Mi
gemela, si hablamos de almas.
Mi
sonrisa, si hablamos de mirarla.
Mi
paciencia, si hablamos de su genio.
Mi
corazón, si hablamos,
de
tú a tú.
Blanca
como la nieve,
y
fría como la misma.
Qué
pocos han visto esos ojos,
cuando
destellan llorosos
entre
tus risas.
Pero
no he venido aquí para hablar
de
ojos, ni de risas,
que
eso está muy visto,
y
tú, tú eres todo lo contrario.
Difícil
de explicar,
como
el sabor de la canela,
de
la vainilla.
Sencilla
como las olas del mar,
y
complicada como un poema de Góngora.
Que
eres tú, la que está ahí siempre,
la
que abre los ojos y abre un mundo tras ellos.
Qué
digo un mundo,
dos,
tres, sin contar los fantásticos,
aunque
para hablar de fantasía solo hay que
mirarte,
niña.
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