lunes, 16 de marzo de 2015

Ella.


Mi gemela, si hablamos de almas.
Mi sonrisa, si hablamos de mirarla.
Mi paciencia, si hablamos de su genio.
Mi corazón, si hablamos,
de tú a tú.

Blanca como la nieve,
y fría como la misma.
Qué pocos han visto esos ojos,
cuando destellan llorosos
entre tus risas.
Pero no he venido aquí para hablar
de ojos, ni de risas,
que eso está muy visto,
y tú, tú eres todo lo contrario.

Difícil de explicar,
como el sabor de la canela,
de la vainilla.
Sencilla como las olas del mar,
y complicada como un poema de Góngora.

Que eres tú, la que está ahí siempre,
la que abre los ojos y abre un mundo tras ellos.
Qué digo un mundo,
dos, tres, sin contar los fantásticos,
aunque para hablar de fantasía solo hay que
mirarte, niña.


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